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Un maestro llamado tarot

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Hace once años el tarot se convirtió en mi maestro. Uno silencio, poderoso, discreto, que me pedía mirarme profundamente. Un maestro que no exige y al que es imposible mentirle. Tenía 21 años y la inquietud por el tarot apareció de repente, como un anhelo  guiado desde muy dentro de mi corazón que me pedía ser escuchado. Quería conocerlo, verlo, descubrir qué tenía para darme. Jamás me habían hecho una lectura y en mi familia nunca se habló del tema, pero el deseo de reconectarme con su estructura despertó en mi interior. Y digo reconectarme, porque intuyo que es una relación que se estableció en un tiempo muy lejano.

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