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Solsticio de Invierno Yule

Solsticio de invierno

tags: wicca, celta, druida, solsticio, equinocio, sabbat, pagano, paganismo, invierno, verano, otoño, primavera,

El Solsticio de invierno es la noche más larga del año frente al solsticio de verano que es la noche más larga del año. Esto es por la cantidad de horas de sol que disponemos

La fiesta pagana de Júl tiene su origen en la Escandinavia precristiana. Constituía sobre todo una fiesta de la familia y estuvo siempre dedicada a la fertilidad, a los solsticios y a la familia. Era una festividad donde también se recordaba a los ancestros, los amigos ausentes, y la mesa donde se celebraba la fiesta se preparaba con esplendor y magnificencia, ante la tumba de los parientes fallecidos y priorizando la hospitalidad hacia los forasteros

Yule y Yuletide, al igual que la «Festividad de yalda» (una fiesta invernal iraní), son términos arcaicos indoeuropeos usados para referirse a la tradición antigua que observa los cambios naturales causados por la rotación de la tierra alrededor del sol y sus efectos en la cosecha alimenticia durante el solsticio de invierno. En la celebración de Yuletide, como en aquélla, es costumbre entonar canciones para proveer así una atmósfera relajada.

En el solsticio de invierno tenemos el resurgir del Dios Sol, pues es a partir de ahora que la luz irá paulatinamente ganando terreno a la sombra hasta el momento de mayor luminosidad, en el mes de Junio.

En la tradición pagana y neo-pagana a esta festividad se la denomina Yule, un término que proviene de los antiguos pueblos indo europeos y que ha sido celebrada por prácticamente todas las culturas pre cristianas.

La Madre Tierra está fría y en tinieblas. No recibe apenas los rayos del Dios Sol. Sin embargo, es ahora cuando se siembra la simiente que sólo puede esperar con paciencia la llegada de la primavera para germinar y crecer, trayendo de nuevo la abundancia.

En Yule nace el niño (dios Sol), por lo que se festeja con alegría y esperanza la primera chispa de luz. No por casualidad el cristianismo escogió estas fechas para celebrar la Navidad o Natividad (el nacimiento de Jesús).

Y así, las noches gélidas y largas invitan a la reflexión y al recogimiento. Toda la naturaleza parece muerta, pero un año tras otro, el ciclo de vida-muerte-resurrección nos demuestra que el tiempo es cíclico, que nada permanece y al mismo tiempo, que nada muere.

Por eso nuestro trabajo energético en este momento de la Rueda del Año ha de ser ése: confiar en que la luz volverá, abrazar la sombra, entregarse al vacío, retornar a las raíces… Tarea difícil en una cultura como la nuestra, que idolatra la acción, la rapidez y la consecución de objetivos, juzgando como negativo la pasividad, la receptividad, la meditación profunda que no lleve aparejada resultados materiales.
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