Cosa Nostra. Historia de la mafia siciliana

Cosa Nostra. Historia de la mafia siciliana

Ocurre que el crimen organizado representa un fenómeno que se da en todas partes, porque incluso en el mundo del delito resulta ventajoso buscar colaboradores, pero en cambio las organizaciones mafiosas representan un fenómeno, por fortuna, bastante raro. Tres rasgos las caracterizan: la permanencia en el tiempo, el juramento de fidelidad de sus componentes y la aspiración al control del territorio.

. La extorsión mafiosa, como la que practica ETA, no es un negocio ilegal más, sino el medio a través del cual se hace patente ese control, que convierte a la mafia en un pequeño Estado oculto. Cuando para vivir tranquilo hay que pagar a la mafia es que se ha impuesto una autoridad ilegal que compite con la del Estado. Por otra parte, sólo la corrupción de algunos representantes del Estado -políticos, jueces, policías- hace posible que esto llegue a ocurrir. El poder de una mafia se basa tanto en el miedo como en la corrupción.

Todo esto se ha explicado muchas veces, pero el lector de Cosa Nostra lo percibe a través de un relato apasionante. El historiador y periodista británico John Dickie, especialista en temas italianos, combina un gran conocimiento de la mafia con un gran talento de narrador. Como ha dicho Andrea Camilleri, su libro se lee como una novela, y en Italia ha sido muy favorablemente acogido. El propio Dickie, por su parte, reconoce la deuda que tiene con una serie de estudiosos italianos que han sacado el tema de la mafia del terreno del mito para llevarlo al de la historia. La primera gran historia de la mafia siciliana se escribió en 1993, es decir, cuando Giovanni Falcone y otros heroicos magistrados ya habían demostrado que la mafia no era una mentalidad criminal sino una organización con sus jefes, sus reglas, sus lealtades y sus castigos para los traidores. Esto resultó decisivo pues, como destaca Dickie, el combate contra la mafia no ha comenzado a tener éxito hasta que no se ha comprendido lo que realmente significa. Para ello fueron muy importantes las confesiones de Tommaso Buscetta, un miembro del bando perdedor en la feroz guerra interna de la mafia que desató a comienzos de los años ochenta el clan de Corleone.

El paralelo con el caso de ETA resulta evidente, pues fue necesario admitir que la organización terrorista no la integraban sólo sus pistoleros, sino también sus diversos aparatos políticos y de propaganda, para poder ejercer la presión que, esperamos, llevará a la desaparición de la banda. Y en el caso de la mafia como en el de ETA, la realidad se podía haber reconocido mucho antes. Dickie explica que ya a fines del siglo XIX un comisario de Palermo redactó un extenso informe en el que el modo de actuación de la mafia quedó precisado. Lo que faltó entonces y en ocasiones sucesivas fue voluntad política. Cuando Falcone, Borsellino y sus compañeros comenzaron a investigar en serio el tema, la actitud política dominante en Sicilia era de adaptación a la existencia de la mafia, con la que mantenían relaciones influyentes personajes de la democracia cristiana, incluido Andreotti, como se ha sabido después.

La mafia siciliana logró transplantarse a los Estados Unidos, pero Dickie no se centra en el caso americano, en el que la mafia competía con otras organizaciones criminales de base étnica, sino en el de la propia Sicilia, en la que llegó a ejercer un extraordinario control del territorio. No estamos pues en el marco habitual del cine de Hollywood, sino en otro menos conocido, que en El Padrino se presenta de manera un tanto caricaturesca cuando el personaje de Al Pacino visita la aldea natal de su padre, nada menos que Corleone. Y cabe el peligro de creer, como a menudo creyeron los italianos, que la mafia era un producto del primitivismo y el subdesarrollo de la isla. En realidad, Dickie muestra que la mafia como tal parece haber surgido en la segunda mitad del siglo XIX y que se enriqueció mediante su control de un sector económico muy moderno y rentable, el de la exportación de los cítricos producidos en torno a Palermo. La ingenua esperanza de que el progreso económico acabaría con la mentalidad mafiosa se ha revelado infundada, pues por el contrario la mafia ha sabido beneficiarse de él. Desde los años sesenta su gran negocio fue el tráfico de la heroína, pero el control de las obras públicas le ha resultado muy rentable y hace años que se lleva una sustanciosa parte de los fondos europeos para el desarrollo de Sicilia.

El combate contra la mafia que encabezó Falcone se inició cuando el clan de Corleone, encabezado por Totò Riina había impuesto su dictadura en la organización, tras haber desencadenado contra sus rivales una guerra civil de un ferocidad sin precedentes. Frente a la amenaza del Estado, Riina respondió también con una violencia atípica, que constituyó probablemente su error fatal. La mafia siempre procuró imponer su reinado del terror sin que se hablara mucho de ella, pero en los años ochenta lanzó una ofensiva terrorista contra las autoridades, de la que terminarían por ser víctimas, entre otros, los jueces Falcone y Borsellino. La guerra, sin embargo, la ganó el Estado. La justicia demostró que la mafia era una organización, sus principales jefes fueron condenados, las condiciones de su estancia en prisión se hicieron mucho más duras y el fenómeno de los arrepentidos que colaboraban con la justicia tomó una amplitud extraordinaria.

Tras aquel período trágico y épico, las cosas parecen haber vuelto a la normalidad. De la mafia se habla ya menos, porque no hay ya “cadáveres excelentes”, es decir, personalidades asesinadas, y la tasa de homicidio se ha reducido sustan- cialmente. Pero eso no quiere decir que la mafia haya abandonado su lucrativo negocio, un negocio que se basa en el miedo. Al concluir su libro, en 2004, John Dickie expresaba su temor de que estuviera reorganizándose de manera discreta y tramando nuevos acuerdos con las autoridades locales, aprovechándose de que la lucha contra ella ya no es una prioridad política.

Los acontecimientos de las últimas semanas dan motivos tanto para la esperanza como para el pesimismo. Ha sido una gran noticia que en abril fuera detenido, tras cuarenta años de clandestinidad, el principal jefe mafioso, Bernardo Provenzano, que se ocultaba tranquilamente en una villa de su propio lugar de origen, Corleone. Pero las recientes elecciones para la presidencia regional de Sicilia muestran que en el plano político las cosas no van del todo bien. Ha sido reelegido el democristiano Totò Cuffero, investigado por colaboración con la mafia, que ha derrotado a Rita Borsellino, hermana del magistrado asesinado y exponente de ese amplio sector de la sociedad siciliana que está dispuesto a acabar con la lacra que, durante demasiado tiempo, ha padecido su hermosa isla.

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